La obra de Albert Alís nos ofrece una visión peculiar del mundo y de la pintura haciendo expresivos los espacios, sugiriendo con la forma y evocando con el color, todo bajo el signo de la sobriedad. El pintor entiende el cuadro como una conversación: cuando está todo dicho, una palabra de más –una pincelada de más- distorsiona el mensaje.
El principal mérito de la pintura de Albert Alís radica en los silencios y en el entramado de las tensiones que genera; el artista sabe cuáles son los límites de su lenguaje y opta por guardar silencio cuando lo esencial ya está explicado. Un principio, este, propio de la pintura abstracta pero que Albert Alís incorpora a un tipo de paisaje remotamente figurativo. En todo caso, los méritos formales de Albert Alís descansan también en un complejo juego de manchas de color y líneas expresivas en perpetua y equilibrada tensión; su ciudad está hecha de insinuaciones, de apuntes que ceden el protagonismo a un espectador que tendrá que completar la aventura propuesta. Insinuaciones urbanas, por tanto, realizadas desde una paleta que se resiste a poner límites a sus posibilidades, a cerrar el mundo que representa. |